Es difícil imaginarse la Caldera de Taburiente sin sus manantiales. También sin el Roque de Los Muchachos o el Barranco de las Angustias, pero el vínculo de la isla de La Palma con el agua, más allá del que mantiene con los volcanes, es una seña de identidad que ha hecho que la isla bonita sea un auténtico edén clorofílico para aquellos que necesiten avituallarse de paisajes verdes y brumosos, de lluvia horizontal y de senderos de laurisilva por los que el agua se escurre formando riachuelos chispeantes e impresionantes ‘fuentes colgadas’.